El juez y el abogado en Spencer

En su obra: “El origen de las profesiones”, el filósofo Herbert Spencer nos recuerda que la profesión del juez tiene raíces divinas, porque la ley surge de una voluntad implícita o explícita de los antepasados, el sentimiento de respeto por los muertos significa que ellos están presentes en diferentes manifestaciones, quienes respeten esa voluntad serán bendecidos y quienes no lo hagan serán condenados, así, los reglamentos que hacían cumplir los jefes vivos eran disposiciones de los jefes que habían fallecido, esa concepción antigua de la ley, donde la ley era primero una revelación de Dios y posteriormente, era dictada por reyes indicados o reconocidos por Dios, le daban un a carácter de norma abstracta, absoluta, general, obligatoria, universal, con valores perennes, inviolables e inmutables.

Estas normas arcaicas dictadas por los dioses debían ser transmitidas a las nuevas generaciones, los súbditos debían conocer las normas y leyes primitivas de los antepasados, entonces, los encargados de semejante tarea eran el sacerdotes, pregoneros de la justicia, tributaban para rendir culto, depositarios de las ordenes e intérpretes de los mandatos, eran quienes conocían mejor lo que es la ley, por lo tanto, eran los encargados de sancionar y castigar el incumplimiento de las leyes, Spencer cita el libro del Deuteronomio, como ejemplo de ese mandato: “Cuando te parezca un asunto excesivamente difícil para juzgar entre sangre y sangre, entre alegato y alegato, entre rasgo y rasgo, que sean materias de controversia dentro de tus límites, te alzarás, subirás al sitio que el Eterno tu Dios habrá elegido, irás a los que sacrifican, que son de la raza de Leví, y al juez que entonces esté allí le interrogarás, y te declarará a quien corresponde en derecho. Y harás punto por punto lo que te haya declarado, en el lugar que haya elegido el Eterno, y cuidarás de hacer lo que te hayan enseñado”, como vemos, la formula “preguntar al señor” se repite en varias tribus alrededor del orbe desde los pe-is de Guyana, pasando por los egipcios, griegos, romanos hasta llegar a los incas.

El juez era de un linaje especial por su sabiduría, carácter y atributos que debía tener, capacidades casi divinas, perfección que aspiraban alcanzar, simplemente esta profesión refería aspectos jerárquicos que implican conocimiento y experiencia, por eso, este cargo estaba monopolizado por castas privilegiadas, como los patricios encargados de dicho culto, luego se agruparon en élites como los Colegios de los Pontífices guardianes de las Doce Tablas en Roma.

Si la profesión de juez tiene como origen la religión, según Spencer, el abogado, tal parece, que tiene orígenes laicos, abogado era el amigo con conocimientos más extensos que podía ayudar en la causa y defensa de posiciones en un litigio, un hombre como los otros, pero que tenía el don excepcional de la palabra, era designado como acusador o defensor, en Roma formaron la categoría de los “jurisconsulti”, conocedores de las leyes divinas, “consejeros” que se entregaban al “alma de la toga”, como vemos había una estrecha relación entre la religión y el derecho, Spencer nos hace notar eso y cita a Sainte-Pelaye: “Loisel nota que en tiempos de Felipe “el hermoso” y después, los mejores abogados eran eclesiásticos instruidos en el derecho canónico y en el derecho civil, que aprendían la práctica especialmente en las Decretales”.

En el presente, las profesiones que tienen que ver con la ley, jueces y abogados, han sido relativizadas a tal grado, que la diosa Themis es tan sólo una estatua de yeso que adorna una oficina, nada queda de absoluto, “todo vale”, así se apodera la corrupción de los templos de la Justicia gracias a la dictadura del relativismo.