Navidad y capitalismo

La Navidad tal vez sea el acontecimiento más importante de Occidente, la tradición judeo-cristiana, pilar de la civilización, conmemora el nacimiento del Rey de reyes, el hijo de Dios nació en un pesebre pobre en Belén de Judá pero desde su llegada fue reconocida su investidura celestial, en efecto, sacerdotes sabios de Oriente denominados Reyes Magos fueron a buscarlo guiados por una estrella, estos le obsequiaron regalos simbólicos que en ese momento constituían una riqueza: oro, incienso y mirra.

Sabios pudientes representados en las figuras de Melchor que encarna a los europeos, Gaspar a los asiáticos y Baltazar a los africanos, mostraban como el mundo comenzaba a adorarlo, mientras Herodes sentía celos por el nacimiento de quien vendría a destronar su poder, decía: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?, por lo que decidió la matanza de los niños menores de dos años.

La simbología de los regalos nos demuestra no sólo el respeto sobre alguien querido, sino también la consideración del porqué el hijo de Dios decidió visitar a la humanidad, el oro es el metal precioso por excelencia, símbolo de realeza, poder, dignidad, soberanía y autoridad; el incienso, una preparación realizada con resinas aromáticas usadas por Moisés y Salomón en lo rituales, representa lo sagrado y divino; y la mirra, perfume y bálsamo para la sepultura anticipaba su muerte. El 6 de enero se entregan juguetes a los niños en conmemoración de estos presentes.

La humanidad ha progresado tanto que ha asumido que aquel nacimiento es una celebración de la vida, un recuerdo que somos felices, si las Saturnales romanas eran celebraciones colectivas en lugares públicos, con el cristianismo la celebración se realiza en espacios privados alrededor de la familia, padres que entregan regalos y presentes a sus hijos, hijos que entregan regalos a sus abuelos, regalos que representan amor y respeto, la realización de la máxima: “amar a tu prójimo como a ti mismo”.

Ante la explosión de prosperidad y la creciente ampliación de la cantidad de personas en la clase media y la oferta y demanda en el mercado navideño de productos, los socialistas reclaman el excesivo consumismo, pero nosotros proclamamos que esta tiene que ser más capitalista, porque el consumo está de la mano del empleo, el empleo del trabajo, el trabajo se recompensa con remuneración e ingresos que tienen los pobres y les permite alimentarse y alimentar a la familia, que de otro modo no sería posible.

¿Es apropiado que un ateo celebre la Navidad?, Ayn Rand, nos dice que sí: “El aspecto encantador de la Navidad es el hecho de expresar la buena voluntad de una forma alegre, feliz y benévola que no tiene nada que ver con el sacrificio. Decimos: ‘Feliz Navidad’, y no ‘Arrepiéntete y llora’. Y esa buena voluntad queda expresada de forma material, terrenal, haciéndoles regalos a los amigos de uno, o enviando felicitaciones en señal de recuerdo. La mejor parte de la Navidad es justamente la parte por la que los místicos normalmente la acusan: el hecho de que la Navidad se ha comercializado. El comprar regalos estimula un flujo enorme de ingenio en la creación de productos dedicados a un único objetivo: darles placer a los hombres. Y las decoraciones callejeras exhibidas por los grandes almacenes y otras instituciones – los árboles de Navidad, las luces parpadeantes, los brillantes colores – dotan a la ciudad con un despliegue espectacular que sólo ‘la codicia comercial’ podría permitirse el lujo de darnos. Uno tendría que estar terriblemente deprimido para resistir la maravillosa alegría de ese espectáculo.”