La virulencia del feminismo posmoderno

Se denomina “hembrismo” a la posición radical y violenta que, disfrazada de crítica social, ataca y desprecia a los hombres, tratando de romper la equidad de géneros para situar a la mujer por encima, mediante una convicción estereotipada de que los hombres son inferiores a las mujeres por naturaleza, es el extremo opuesto al machismo.

Este feminismo es un marxismo trasnochado, porque todo se reduce a la “lucha de sexos”, donde antes había “lucha de clases”; el opresor ya no es el burgués, sino el hombre, y su etapa histórica no es el capitalismo, sino el patriarcado; por lo tanto, la lucha no es en contra del capital, sino en contra del falocentrismo.

Esta postura política es parte de la dictadura de lo políticamente correcto, aquella prolongación del pensamiento instaurado por el propio Karl Marx en el “Manifiesto comunista” donde explicaba que su filosofía se divida en dos vertientes: el marxismo económico y el marxismo cultural.

Los filósofos de la “Escuela de Frankfurt” tomaron parte de la vertiente del marxismo cultural para cuestionar temas ecológicos, sexuales y racistas, se trataba de socavar los fundamentos de la civilización occidental atacando sus estructuras culturales, morales e históricas, en definitiva su sociedad.

Desde entonces, como una cacería de brujas, se busca castigar todo aquello que pareciera políticamente incorrecto, creándose un ambiente moralista progre y de autocontrol irrespirable, calificándose cualquier actitud como de discriminación racista o sexista; de esta manera se otorgan privilegios y subvenciones a las “víctimas”, discriminación positiva.

Como “víctimas”, las feministas llegan a suponer que el lenguaje también tiene que visibilizarlas, para ellas, los feministos y manginas, es correcto hablar de la siguiente manera: “la Presidenta o el Presidente y la Vicepresidenta o el Vicepresidente del Estado serán elegidas o elegidos… La Ministras y los Ministros son servidoras públicas y servidores públicos…”, aspecto criticado por Ignacio Bosque, considerado “el mejor gramático de la lengua española”.

En el pasado quedaron las justas reivindicaciones de mujeres como Adela Zamudio y la lucha por la autonomía personal y patrimonial, derecho al voto, acceso a la educación, elegir pareja, oficio o profesión libremente; en el presente las feministas pretenden abolir la familia, el patrimonio familiar, el matrimonio, la depilación, idealizan la sangre menstrual, criminalizan los halagos, satanizan el “amor romántico” y muchas son lesbianas por rebeldía.

Protestan contra la cosificación de la mujer con sus torsos desnudos y pintan paredes con su menstruación, sus exponentes intelectuales como Andrea Dworking suele decir: “quiero ver a un hombre golpeado, ensangrentado con un zapato de tacón clavado en la boca, como una manzana en la boca del cerdo”, Valerie Solanas: “El hombre es un muerto viviente, un pedazo insensible, incapaz de dar o recibir placer o felicidad”; por eso Doris Lessing, premio Nobel de Literatura, en algún momento dijo: “No me gustó el feminismo de los años 60s y 70s (inicio del feminismo radical) ni ahora. Siempre detesté ese lado antihombres de esas muchachas de izquierda que odiaban a los tipos, al matrimonio y a los hijos, decían que eso era una tontería y una pérdida de tiempo. Podrían haber hecho más esfuerzos para trabajar junto a los hombres. Siempre he pensado que no se puede avanzar haciendo separaciones radicales, era inevitable, pero las feministas no comprendieron nada”.

Ahora, en Bolivia el asesinato contra la mujer se llama feminicidio pero estos delitos incrementaron a pesar de la nueva tipología y aumento de castigo. Pienso que estas diferencias son las que nos hacen perder el rumbo, si las feministas buscan la igualdad, debieran defender principalmente “la igualdad ante la ley”, por ejemplo, si existe un asesinato o violencia física, este se castigue como atentado en contra de la persona sin importar el sexo, edad, condición económica o social.

El “Principio de igualdad ante la ley” es el único mecanismo igualitario, significa no permitir ningún tipo de discriminación sea negativa o positiva, así evitamos esos radicalismos machistas o feministas de personas que nos quieren encerrar en esos dos grandes rebaños donde la individualidad desaparece; ningún tipo de violencia a ninguna persona por su sexo, esto tienen que aprender los ciudadanos.