La inmoralidad de los impuestos

Para hacer un trámite en la administración tributaria, tienes que hacer largas filas en la calle, inmiscuirte en formularios de una tramitólogia complicada, disponer y resignarte en perder mínimamente tres horas por día de tu vida, como soportar el estado de ánimo del servidor público para cumplir un deber de los más cuestionable.

Me pregunto: ¿Por qué dejar de pagar impuestos tiene que ser un delito? Apoyados en el pensamiento del filósofo Gabriel Zanotti, concluimos que no tiene que ser un delito. Porque si toda persona tiene derecho natural al fruto de su propio trabajo, o a lo legítimamente heredado o donado sin fraude, incluido el libre comercio. Por ende, todo impuesto que grave la propiedad o la renta es contrario a la naturaleza y por ende intrínsecamente inmoral. Como toda persona es inocente excepto se demuestre lo contrario, nadie esta obligado a declarar ante nadie sus ingresos, el origen o su destino. Entonces, todas las personas que violen estos derechos, requisando, preguntando, expropiando y por ende robando lo que no deben, están haciendo un acto intrínsecamente inmoral, lo sepan o no, del cual son responsables.

Además, para que sea un delito, mínimamente tiene que identificarse a la víctima, al ser un delito sin víctima conocida no se puede justificar que sea motivo para que emprendimientos privados grandes o pequeños tengan que entrar en quiebra por la omisión de pago de impuestos. Esta claro, que la enorme deuda tributaria derriba empresas privadas que compiten contra empresas estatales, ¿pero será esto aceptable económica, jurídica, moral, socialmente? ¿Bajo que fundamentos?

Fuera de analizar la buena o mala administración de las empresas, mi interrogante gira en torno a permitir o no, que numerosos empleados queden sin fuente laboral digna, familias se queden en la incertidumbre, se inicien numerosos litigios laborales que no terminarán oportunamente, que desaparezcan competidores del mercado, se incumplan contratos de servicios o entrega de bienes, etc. Al final, fuera de afectarse al empresario, terminan siendo victimas reales, los futuros desempleados (directos e indirectos), usuarios, clientes, consumidores, acreedores, etc.

Muchos lectores, pueden objetarme el hecho de que los impuestos están destinados a la salud, educación, infraestructura, pago de sueldos, etc. Pero si miran por la ventana, observarán que el Estado destina para salud, educación, pago de sueldos para profesores y salubristas ni siquiera lo mínimamente necesario en comparación con lo que se destina para el Ejército, sin contar con el innecesario crecimiento de la administración pública, entonces, más bien debemos cuestionarnos sobre: ¿la in-utilidad del Estado? ¿Crecemos más con la generación y disfrute de nuestro propio esfuerzo o con la redistribución de las arcas del Estado? Un estatista como Churchill decía que “Una nación que intente prosperar a base de impuestos es como un hombre con los pies en un cubo tratando de levantase estirando del asa”.

Aun así, el universo de contribuyentes no son tratados bajo las mismas reglas, sectores como los privilegiados cocaleros no pagan impuestos. Bien decía Voltaire: “El arte de gobernar generalmente consiste en despojar de la mayor cantidad posible de dinero a una clase de ciudadanos para transferirla a otra”.

¿No se estará utilizando la deuda tributaria como arma de presión política en contra de los opositores? Libertad para los amigos, para los enemigos la ley.

No queremos tener un fisco tenaz y una burocracia voraz, tampoco queremos pagar contribuciones indirectas que financien mítines, campañas y propagandas oficialistas, no aceptamos que se nos arranque plata por fuerza y artimaña de multas, actualizaciones, leyes indescifrables como si fueran trampas fiscales tendidas sobre todas las vías del trabajo, trabas que nos privan de libertades económicas fuera de los recursos sustraídos. Queremos vías libres para el emprendimiento.