Popper y la violencia

Karl Popper nació el 28 de julio de 1902 en la cultísima Viena, en Austria. En sus memorias recuerda que en julio de 1919, cuando todavía no tenía 17 años, decidió revisar su postura frente al marxismo.

El joven Popper había sido cadete del Partido Comunista, organismo en Viena que apoyaba totalmente las decisiones de Moscú, y fue testigo de la detención de sus camaradas en el edificio central de la policía,  hecho que motivó que los dirigentes del partido decidieran que principalmente los jóvenes sean quienes fueran a protestar sobre este hecho. La policía abrió fuego y seis jóvenes manifestantes  murieron. Los compañeros de Popper murieron ese día.

Los líderes del Partido asumieron la actitud de que cuanto más terribles fueran los acontecimientos, era mucho mejor; esto ayudaba a excitar la furia necesaria para la revolución. Esos jóvenes muertos se presentaban como trofeos en el camino inevitable al comunismo, la consigna era: ¡Ayuda a que se produzca lo inevitable! ¡Ayuda a que llegue el comunismo! Esos cadáveres que antes eran cuerpos llenos vida, eran “héroes” de un hecho trágico e inútil.

¿Tienen los dirigentes, intelectuales o gobernante alguno derecho a decirle a otra gente que debe sacrificarse y arriesgar su vida inútilmente? ¿Se puede manipular a las personas por fines políticos? ¿Se sabe en realidad si las demostraciones marxistas  del comunismo eran válidas? ¿Podemos enviar a la guerra a nuestros hijos, en nombre de alguna revolución o decisión política?

Popper maduró sus ideas y con la influencia de la actitud crítica de Albert Einstein frente a sus propias hipótesis, desarrollo la teoría de la falsabilidad para examinar la validez científica o no de la hipótesis. El marxismo científico  era una pseudociencia porque su teorías dogmáticas no podían ser falseadas, no podían ser sujeto de crítica argumentativa racional, las teorías no podían ser sujetas a la contrastación de la lógica formal o de la realidad misma.

El racionalismo crítico popperiano, se funda en el reconocimiento socrático de la propia ignorancia. Esto se traduce en los principios: “Yo puedo estar equivocado y tú puedes tener la razón y, con un esfuerzo, podemos acercarnos los dos a la verdad” y “No matarás por una idea”.

La democracia es la forma de cambiar gobernantes sin necesidad de que exista derramamiento de sangre. Pero para cambiar las cosas a veces se recurre a la revolución violenta, como dirían los marxistas. ¿Pero podemos admitir todas las revoluciones violentas? Según Popper no, en “La sociedad abierta y sus enemigos”, nos dice que sólo podemos admitir la revolución violenta para instaurar la democracia (entiéndase democracia liberal): “No estoy en todos los casos y circunstancias contra la revolución violenta. Creo, al igual que algunos pensadores medievales y del renacimiento cristiano que justificaban el tiranicidio, que puede no haber otra salida, bajo una tiranía, que una revolución violenta… Pero creo también que una revolución tal debe tener por único objetivo el establecimiento de una democracia, y no entiendo por democracia algo tan vago como “el gobierno del pueblo” o “el gobierno de la mayoría” sino un conjunto de instituciones (entre ellas, especialmente, las elecciones generales, es decir, el derecho del pueblo de arrojar del poder a sus gobernantes) que permitan el control público de los magistrados y su remoción por parte del pueblo, y que le permitan a éste obtener las reformas deseadas sin empleo de la violencia, aun contra la voluntad de los gobernantes”.

Popper cuestiona también que el uso prolongado de la violencia que puede conducir, en definitiva, a la pérdida de la libertad, puesto que tenderá a acarrear, no un gobierno desapasionado de la razón, sino el gobierno de los más fuertes. El objetivo principal siempre será la preservación de la libertad individual frente a los actos delictivos del Estado.

Al igual que Kant (La paz perpetua) defendía el principio de: “Guerra a la guerra”, la sociedad abierta y libre debe tener mecanismos de defensa en contra de las agresiones de los fanáticos y fundamentalistas que están en contra de la libertad. La sociedad abierta se funda en la tolerancia, pero ésta se destruye si se tolera la intolerancia. Para preservar la paz, tenemos que defenderla y ser celosos vigilantes de ésta, si alguien amenaza la paz, nos corresponde defenderla bajo el peligro de perder la libertad.

En las últimas intervenciones de Popper en el campo intelectual, podemos  apreciar que se centraron en torno a un problema, a saber: el poder ilimitado de la televisión  y consecuentemente, la utilización del mismo como  un instrumento antidemocrático.

Esta tesis se encuentra en “La televisión corrompe a la humanidad, es como la guerra”, “Una patente para producir televisión” (en “Karl Popper. La lección de este siglo”, entrevista de Giancarlo Bosetti) y la entrevista para la RAI, titulada: “Against televisión”, en dichos trabajos mantendrá la tesis de que toda libertad debe ser limitada, esto es lo que Popper llama la “paradoja de la libertad”, es decir: que no hay libertad que no tenga necesidad de ser limitada, una libertad ilimitada puede conducir a la anulación de la libertad misma. El respeto por la libertad de los demás es la libertad misma.

En estos trabajos, aboga por el autocontrol y autorregulación de los medios comunicativos y manifiesta su desprecio por la excesiva secuencia de escenas de violencia, que son una forma de amenaza a la sociedad abierta y es una forma de aceptación e institucionalización de la violencia, como formas de degradación humana, antieducativa, antihumanista que va en contra de la formación de los niños quienes nacen con el sentimiento de que la violencia es un hecho normal, cuando debería ser la excepción.

La violencia y la guerra en Popper es un hecho excepcional, sólo recurrible en caso de amenaza a la libertad individual, después es un hecho reprochable desde todo punto de vista.