La teoría de género como pseudociencia

En 1996, el físico Alan Sokal envió un artículo titulado: “La transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica” a la revista académica Social Text de la Universidad de Duke en Estados Unidos, en este trabajo sostenía que la gravedad era una construcción social y que esta sólo existe porque la sociedad se comporta como si existiera, ese mismo día, en otra revista anunciaba su engaño y demostraba como las aulas de humanidades se han plagado de textos sinsentido mediante el uso descontextualizado de la ciencia para pasar cualquier idea por profunda; luego con Jean Bricmont publicaría el libro “Imposturas intelectuales” (1997), donde desnudaban a posmodernos como: Lacan, Derrida, Kristeva, Irigaray, Latour, Virilio, Baudrillard y Deleuze, por su charlatanería.

Después de ese duro golpe al posmodernismo, le tocó el turno a la teoría de género, hace poco tiempo atrás, el filósofo Peter Boghossian y el matemático James A. Lindsay enviaron un artículo denominado: “El pene conceptual como un constructo social” a la revista Cogent Social Sciences, quienes cayeron en la broma publicando un trabajo ridículamente escrito adrede con base en la teoría del género discursivo posestructuralista, textos absurdos como: “El pene con respecto a la masculinidad es una construcción incoherente. Se defiende así que el pene conceptual se comprende mejor no como un órgano anatómico, sino más bien como una construcción social performativa y un constructo difundido a nivel social”, la conclusión del artículo: “Concluimos así que la mejor forma de comprender el concepto de pene no es como un órgano sexual masculino… sino como una construcción social promulgada que es, a la vez, perjudicial y problemática para la sociedad y las futuras generaciones. El pene conceptual presenta problemas significativos para la identidad de género y la identidad reproductiva dentro de la dinámica social y familiar, tiene un carácter excluyente en las comunidades marginadas basadas en el género o la identidad reproductiva, es una fuente inagotable de abuso hacia las mujeres, así como hacia otros grupos y personas marginadas por motivos de género, es el origen performativo de la violación, y es el motor conceptual que está detrás de gran parte del cambio climático”, esto nos demuestra de qué manera la palabrería ideológica huera pasada por profunda esta dominando todo el espectro académico como si fuera digna de ser estudiada, incluso financiada por los contribuyentes en las instituciones de educación estatal.

Los intelectuales no solo son capaces de responsabilizar al pene por el cambio climático, mediante el uso de vocablos de su jerga como “isoformismo” o “discursivo”, argumentan que el hombre es malo por naturaleza, tonterías con frases claves como la “sociedad pospatriarcal” tiene a hombres sentados con la piernas abiertas “similar” a violar el espacio a su alrededor, que los hombres hipermásculinos están dentro y fuera de ciertos discursos al mismo tiempo, y los hombres sin hijos han sido “incapaces de forzar a su compañera”, son los “micromachismos” a los que nos tienen acostumbrados estos oscuros pensadores.

Desde que Simone de Beauvior mencionó que: “No se nace mujer, se llega a serlo”, se teorizó que la sexualidad, biología, anatomía, genética, no tienen sentido, la realidad y los hechos no importan solo interesan los sentimientos: “el género es una construcción social”, este sería otro chiste para contar entre amigos sino fuera porque las leyes del Estado están imponiendo la dictadura de la corrección política en base a esta pseudociencia.