Popper y un mundo de propensiones

En el libro “Un mundo de propensiones” que Karl Popper dedica a la memoria de su esposa Hennie, encontramos dos trabajos: “Un mundo de propensiones: Dos nuevas concepciones de causalidad” y “Hacia una teoría evolutiva del conocimiento”, tal vez como diría su autor, ignora: “… si las dos conferencias que aquí someto a la sufrida lectura o la posible indiferencia de mis lectores son, como espero, lo mejor que he producido hasta el momento…”, ambos ensayos presentan a un Popper original y propositivo, porque presenta sus teorías e interpretaciones, tanto en torno a la probabilidad y las indeterminaciones objetivas y la propensión como una fuerza activa en constante realización, lo que significaría una forma objetiva de decir que tenemos un futuro abierto, jugamos a los dados y los movemos en el cubilete precisamente para no tener o anticipar el mismo resultado. En el otro ensayo, Popper nos dice que desde la ameba hasta Einstein existe un conocimiento innato incorporado en la estructura de todo organismo, ese conocimiento se manifiesta en forma de ensayo y error para la supervivencia, es un conocimiento crítico y autocrítico, como productos objetivos de la vida, como las telas de araña, nidos de pájaro o represas de castor, productos que pueden ser reparados y mejorados como nosotros utilizamos el conocimiento científico en aras de encontrar la verdad objetiva (el escudo de la London School of Economics tiene como símbolo un castor en construcción).

Ambos trabajos, como toda la obra de Popper tiene como una defensa de fe, el hecho de que existe una verdad objetiva, no existe duda alguna sobre eso, Popper considera que la amistad más valiosa intelectualmente hablando se la debe a Alfred Tarski: “De Tarski aprendí la susceptibilidad de defensa lógica y el poder de la verdad absoluta y objetiva”, Tarski y Gödel llegaron casi simultáneamente a la conclusión de que existe una teoría objetiva de la verdad, la verdad como correspondencia de un enunciado con los hechos, una teoría aristotélica de la lógica que nos dice que si un enunciado formulado sin ambigüedad es verdadero en un lenguaje, entonces también lo es en la traducción de este enunciado a cualquier otro lenguaje, si decimos: “el pasto es verde” o “the grass is green”, ambos enunciados serán verdaderos si se corresponden en la traducción y si efectivamente, observamos la hierba en el jardín, entonces corroboramos si existe correspondencia de los enunciados con los hechos. Esta teoría es fundamental para luchar contra el relativismo y contra toda moda, descubre la falsedad y permite su eliminación, nos permite hablar de la ciencia y de la filosofía como maneras de buscar interminablemente la verdad.

Mientras leía eso, pensaba en la perniciosa ideología de género que permite decir que: “Los hombre tienen vulva y las mujeres pene”, pero cuando vemos si existe corroboración con los hechos, los hombres tienen cromosomas sexuales XY y las mujeres cromosomas sexuales XX, siendo las demás alteraciones, lo que en medicina se llama síndromes, esta es la verdad objetiva, no como certeza, pero si lo más aproximado a la verosimilitud, y esto no puede ser cambiado por una implantación mamaria o un cercenamiento de pene, los cromosomas sexuales permanecen intactos a tal punto que si un hombre muere haciéndose llamar María, los forenses después de años determinaran que los restos pertenecían a un hombre. La ideología de género y sus defensores pretenden legalizar un fraude y cambiar los hechos por sentimientos, una forma de relativismo y moda progresista que no fuera peligrosa e inmoral, si el Estado no obligará a los demás aceptar ese fraude bajo pena de cárcel, al final cada quien es soberano de su propio cuerpo pero no puede gobernar sobre el pensamiento de los demás.

Por eso, esta concepción de la verdad nos dota de un sentimiento anti-relativista, mientras Popper considera que sus comentarios favorables hacia Alfred Tarski como una forma de gratitud recalcando: “…como una confesión de fe: de mi oposición al relativismo y de mis cincuenta y cuatro años de adhesión a la teoría aristotélica de la verdad…”, yo confieso como forma de gratitud, mi asombro y deuda a la obra popperiana. Quiero terminar con un pasaje extraído de dicho libro que puede servir para alentar a jóvenes científicos y filósofos: “Pienso que solo hay un camino hacia la ciencia, o, a propósito, hacia la filosofía: encontrarnos con un problema, ver su belleza y enamorarnos de él, casarnos con él y vivir felizmente en su compañía hasta que la muerte nos separe, a no ser que nos encontremos con otro problema aún más fascinante o que obtengamos su solución. Pero, aunque logremos resolverlo, podemos descubrir toda una prole de problemas encantadores, quizá arduos, por cuyo bienestar podemos trabajar hasta el final de nuestros días”. Así sea.

Bibliografía

Karl R. Popper “Un mundo de propensiones”, 1992, Ed. Tecnos S.A., Madrid