Génesis del narcoestado

En el libro: “El rey de la cocaína: mi vida con Roberto Suárez Gómez y el nacimiento del primer narcoestado” (2012), su autora Ayda Levy narra cómo su esposo incursionó en el negocio del narcotráfico desde que Klaus Altmann-Barbie (el carnicero de Lyon) lo conectara con Luis García Meza y Luis Arce Gómez (este último primo de Suárez) para que lleven adelante el golpe de estado contra Lidia Gueiler, financiando Suárez con cinco millones de dólares para obtener de parte de los gobernantes de facto, el monopolio sobre la producción de la pasta básica de cocaína para luego ser exportada a las manos de Pablo Escobar en Colombia, incluso, utilizando aeronaves estatales para tal fin. Desde entonces, los contactos de Suárez se expandieron por todo el orbe, cooperaron en tan floreciente industria desde Siles Zuazo, Paz Estenssoro, Paz Zamora, Roberto Calvi, Fidel y Raúl Castro, Antonio Noriega, Oliver North y la DEA, entre otros. Levy narra con detalles el origen de lo que cree es el nacimiento del primer narcoestado, su crecimiento y expansión hasta nuestros días.

Pero se equivoca, porque en “La veta blanca. Coca y cocaína en Bolivia” (1982) escrita por René Bascopé Aspiazu, se describe el momento de descubrimiento de tan generosa veta. Fue Hugo Banzer Suárez el pionero que puso las bases para el funcionamiento del narcoestado como “proyecto nacional”. Hombre visionario que junto con sus ministros sabía de la excesiva demanda que se tenía desde 1960, dice Bascopé, que se encontró el hallazgo en 1973, cuando un grupo de agentes de la Interpol y de la Dirección de Investigación Nacional de Bolivia (DIN) investigaban la propiedad de diez kilogramos de clorhidrato de cocaína, evaluadas, entonces, en cuarenta mil dólares: “se supo que el dueño de la mercancía era nada menos que el ministro de Salud del gobierno del general Hugo Banzer Suárez, el dirigente de FSB, Carlos Valverde Barbery”.

Así el “Banzerato” y los paramilitares, dice Bascopé, encabezados por Klaus Altmann-Barbie consolidaron el negocio con los ejes de tráfico: Eje 1. San Javier-Montero-Portachuelo, consolidado con infraestructura caminera; luego expandido el Eje 2. San Ignacio de Moxos-San Ramón-Santa Ana de Yacuma-Pamparaú. Este segundo eje estaba hegemonizado por los militares, dado que la mayoría de las haciendas de la región pertenecían a altos jefes de las Fuerzas Armadas, por concesiones del gobierno del general Banzer (incluso García Meza, en gobierno, puso tierras a nombre de su esposa e hijos dentro del área), todo esto denunciado por Marcelo Quiroga Santa Cruz en el Juicio de responsabilidades contra el dictador. Y el Eje 3. Moromoro-Vallegrande-Comarapa, eje compuesto por hacendados cuyos nombres son mencionados en tan valiente y valioso ensayo.

Para Bascopé, García Meza era la pieza clave para salvar la gigantesca estructura del narcotráfico de cualquier embate, una figura sin escrúpulos. Banzer lo aceptó con repulsión como jefe de la subversión en 1980, luego lo insultó públicamente no solo por su torpeza mental, sino por ser mestizo, ya que en tan solo dos meses de gobierno, con toda la torpeza que se es capaz, desnudó a la organización de la cocaína ante los ojos del mundo.

El narcoestado surge por el monopolio que provoca el aparato estatal sobre el control de producción, transporte, fabricación y comercialización de la droga; la mano del gobernante de turno que otorga privilegios y beneficios para los familiares y amigotes, lo que llamamos mercantilismo.

Foto: Roberto Suárez Gómez