Mises y la intervención estatal

A principios del siglo XX, Ludwig von Mises se preguntaba: ¿Cómo lleva al socialismo la regulación de precios?, y nos explicaba, que cuando el gobierno cree, por ejemplo, que el precio de la leche es demasiado alto, pretende que el pobre sirva a sus hijos más leche, en su intento, fijará un precio tope para la leche, menor al que prevalece en el mercado libre. Por lo que, los lecheros marginales, que producen a un costo elevado, se verán obligados a producir con pérdidas. Nadie, en su sano juicio, produce para perder, por lo que, el lechero, se verá obligado a dejar de producir y vender leche en un mercado controlado, preferirá realizar otra actividad más provechosa: producir manteca, queso, carne, etc. Por lo tanto, habrá menos leche para la población.

 

Seguramente, en principio, no fue esa la intensión del gobierno, pero su intervención puede generar efectos no deseados. Un problema mayor y peor, surge a partir de unas “buenas intenciones”.

 

Sin embargo, el Estado intervencionista, como dice Mises, no admite su fracaso, y, no se abstiene de manipular los precios, sigue adelante fijando los precios de los factores de producción que se requieran para producir leche. El gobierno, avanza, más y más, poniendo precio a todos los artículos necesarios para producir leche: forraje, mano de obra, transporte, materiales, ordenando a todo lechero, agricultor, comerciante, productor, a acatar el precio fijado por la autoridad central.

 

La economía libre de mercado desaparece, el precio se fija por decreto, y, la soberanía del consumidor se ve obstaculizada en el momento de la compra, ya que, el gobierno directa o indirectamente le obliga a comprar o abstenerse de comprar un producto, porque seguramente frenó la importación de leche para proteger a los lecheros nacionales, no hay oferta de leche ni nacional, ni importada y la libertad de elegir desaparece.

 

El Estado, se muestra omnisciente y poderoso, ordena a los empresarios qué hay que producir, en qué cantidad y calidad, a qué precios comprar y a quiénes vender.

 

Sabemos que después de la I Guerra Mundial, los alemanes pusieron tope a los precios de artículos de consumo de primera necesidad, el plan Hindenburg, establecía que el control de los precios estaba en manos de las autoridades, el plan llego a anular todo espacio de libre elección y de iniciativa privada, todas las actividades económicas estuvieron subordinadas a la autoridad central. La fiscalización de precios, desencadenó en un fracaso, que arrastró una ola de decretos tras decretos, que buscaban que funcionasen los decretos iniciales.

 

El gobierno emite decretos que anulan, modifican, reemplazan, decretos anteriores sin los resultados que se esperan inicialmente. Del mismo modo, Gran Bretaña, intervenía en el control de precios, y, según Mises: “se remplazó la libertad económica por la planificación total de la economía del país. Cuando terminó la guerra, Gran Bretaña era un commonwelthsocialista”.

 

Los gobiernos no pueden gobernar decretando normas contra el mercado, peor realizar cálculo económico alguno, para decidir cuánto y cómo se debe producir, esta información nadie la conoce, está dispersa en miles y miles de personas que interactúan y se relacionan comercialmente, solo la interacción e intercambio pacífico de bienes y servicios de las personas en el mercado puede fijar el precio de los productos.

 

Para Mises, un buen gobierno necesita establecer y preservar un orden institucional que no ofrezca obstáculos a la progresiva acumulación de nuevos capitales, el capital es la sabia que ofrece progreso tecnológico para la producción. La mala política del gobierno, y la instrumentalización del Derecho, sabotean este propósito.

 

Finalmente, la norma jurídica puede considerarse injusta, siempre y cuando no proteja la libertad y las garantías del individuo, cuando no limita el poder y la intervención del Estado. La libertad económica y la seguridad jurídica deben estar garantizadas, ya que de esto, depende la supervivencia de los seres humanos.