La función liberadora de la risa

En la monumental obra “La risa. Ensayo sobre el significado de la comicidad”, el filósofo Henri Bergson se pregunta: ¿Cómo es posible que algo tan importante, en su sencillez, no haya llamado más la atención de los filósofos?, un tema muy serio que es tomado hasta el presente sin darle la merecida importancia.

 

Más bien la risa es tomada como elemento peligroso para el Gobierno. En “La República” de Platón, este filósofo advierte el peligro de que los guardianes sean gente pronta para reírse (philógelos), ya que, por lo común, dice, cuando alguien se abandona a una risa violenta, esto provoca a su vez una reacción violenta (III, 388d-389), la risa parece no permitirse porque puede ser origen de descontrol. En “El Nombre de la Rosa” de Umberto Eco, el anciano monje Jorge de Burgos impide a Guillermo de Baskerville descubrir la verdad sobre una serie de acontecimientos extraños y asesinatos en una abadía en la Edad Media, donde se prohíbe la lectura de la segunda parte desaparecida de la Poética, que trataba sobre la comedia, del filósofo Aristóteles, porque esto traería un relajamiento de los frailes y de la sociedad entera. Como Platón, las instituciones tradicionales como la Iglesia y el Estado, suelen tomar a la risa como enemiga del orden. Los gobernantes contrarios a la sociedad abierta intentan por todos los medios reducir los canales de nuestra risa, intentan censurar la comicidad que se transmite por los diferentes medios de comunicación, desde la televisión hasta las redes sociales, donde nos estamos riendo de los políticos cuando vemos “memes” jocosos. Los medios tecnológicos han puesto a nuestro alcance las herramientas necesarias para ver la representación de ciertos bufones en el poder, lo que suele molestar demasiado, pero cuando se está en la oposición se ríe mucho, mientras que en el poder, los políticos se ponen severos. Entonces la risa cumple una función liberadora.

 

Para Bergson, la risa es un canal de escape de la rigidez, el automatismo, lo pesado, lo mecánico, el movimiento sin vida; entonces, la corrección es la risa, es la flexibilidad, pura vida, lo etéreo, la gracia del alma, simpatía, socialización, sentido y verdad del ser humano. Por eso, no podemos retroceder ni un solo paso en la conquista y nuestro derecho a reírnos, reírnos de los políticos. Como el mejor ejemplo de la comicidad en la rigidez está la burocracia, dice Bergson: “No bien olvidamos el grave objeto de una solemnidad o de una ceremonia, los que en ella toman parte nos dan la impresión de fantoches que se mueven. Su movilidad se ajusta a la inmovilidad de una fórmula. Tenemos un puro automatismo. Pero el automatismo perfecto será, por ejemplo, el de un funcionario que funciona como una simple máquina, o también la inconsciencia de un reglamento administrativo que se aplica con fatalidad inexorable, tomándosele por una ley de la naturaleza. Hace unos años naufragó en los alrededores de Dieppe un gran paquebote. Algunos pasajeros lograron salvarse en una embarcación después de muchos trabajos. Unos aduaneros que habían acudido valerosamente a socorrerles, empezaron por preguntarles “si no tenían algo que declarar”. En las arenas del circo político encontramos situaciones que nos provocan risa todos los días: mentiras, torpezas, equívocos, reducción al absurdo, imitaciones, contrastes, imprevistos, asociaciones, desconciertos, distracciones, dobles sentidos, interferencias, y en general, cualquier situación que encaje con “el mundo al revés”, entonces, frente a esta realidad, debemos los espectadores fomentar la expansión de nuestra risa, la risa es crítica y liberadora, contiene duda, y puede corregir la situación. Además de ser expansiva, asociativa y contagiosa.